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13 de noviembre de 2006

Memorias 2005: ¿Y si volvemos a la pubertad?

Foto Tamara Gispert

Recuerdo, cuando yo era pequeñita y flaca, unos libros llenos de advertencias y consejos que mi mamá me daba a leer, para no tener que hablar de sexo. No me avergüenza decirlo: mi educación sexual fue totalmente precoz y libresca, guiada por aquellas excelentes ediciones alemanas y soviéticas como Papá, mamá y yo, El hombre y la mujer en la intimidad, ¿Piensas ya en el amor?, o Del amor hablemos francamente. Todos aquellos volúmenes hablaban del despertar sexual como un fenómeno continuo, seguro, durante el cual las "desviaciones" físicas o sicológicas podían ser positivamente resueltas.

Entonces llegó mi pubertad. ¡Cuántas decepciones! Mi cuerpo era raro: cada día le crecía un pedazo o le fallaba un tornillo distinto a mi cabeza. ¿Los de mi aula? Cada uno seguía su propio y anárquico ritmo de crecimiento -exterior e interior. Al cabo, de aquellas sanas afirmaciones con las cuales me fingía informada durante la escuela primaria, no quedó nada: nada de confianza, nada de profundidad, nada de concreción. Mi pubertad se llenó de la misma zozobra que intentaba conjurar, porque los libros no me habían hablado de la diferencia. Con el paso del tiempo dejé de ver el asunto en primera persona y me pregunté que haría cuando mis propios hijos me preguntaran: "¿Qué ocurre con mi pubertad?". Nunca hallé un volumen que aunara la información fisiológica con un enfoque fresco y sencillo de los cambios que se operan dentro de la mente del menor. ¡Ni hablar de los fenómenos infrecuentes, pero posibles!

Ahora estoy más tranquila: guardo en la maleta para ser "super-mami-siglo-XXI" un librito editado por Pueblo y Educación, el CENESEX, y el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) titulado Lo que nos ocurre en la pubertad. No me importa que Mariela Castro Espín lo pensara para los púberes, ahora lo leo, me veo con diez años menos, y respiro con alivio: todo era normal, la clave radica en que somos diversos en personalidad y desarrollo. Así que puedo conservarlo para el futuro, confiar en que el verbo hábil de Mariela y las simpáticas ilustraciones de Eric Silva me ayudarán en mi hora de apoyar a una persona que transita de la niñez a la juventud.

No es ese uno de los libros de mi propia adolescencia: llenos de palabras largas y doctas explicaciones, sino un texto ligero -no superficial- donde no se retrocede ante preocupaciones "ridículas", secretos "bobos" o dudas "infantiles", indignas de aparecer en un libro de divulgación científica. La autora parte del presupuesto de que la pubertad es inquietante y dirige su enfoque más hacia las diversas actitudes de los adolescentes que a sus transformaciones fisiológicas.

No se trata de desbalance, sino de actitud ante la escritura. Al leer detenidamente Lo que nos ocurre en la pubertad se reconocen los mismos datos de casi todos los libros que, desde una perspectiva científica, se acercan al tema. Sin embargo, hay, sabiamente distribuidos, advertencias y comentarios que apuntan al verdadero objetivo de la obra: inculcar actitudes responsables en los jóvenes lectores, empezando por sus roles genéricos y, por extensión, sociales. Poco a poco Mariela Castro nos compele a la reflexión sobre los modelos de juicio que aceptamos por condicionamiento social, y, a la vez, enumera herramientas para hacer valer nuestras muy personales visiones sobre lo que significa ser púber, o sea, crecer.

Y esas intenciones se apoyan en una visión integral del libro como objeto para la comunicación. Nadie imagine que las ilustraciones antes mencionadas son meras figuritas de órganos reproductores y cuerpos cambiando en el tiempo. Eric trabajó sobre las ideas de Mariela para insertar cápsulas de información en formato de historieta. A veces los personajes ejemplifican un dato que necesitaría muchas palabras, en otras, comentan el texto de cierta página como lectores acuciosos. Uno de los detalles que agradezco, a título personal, es la diversidad sexual y étnica de sus personajes. Porque de nada vale negar las actitudes racistas si no se da espacio dentro de la representación gráfica a todos los integrantes de la nación. ¿Cómo identificarse con personajes que pretenden ser tú cuando, en realidad, parecen anularte?

Por supuesto, esta es la visión de una adulta con sus muy personales recuerdos de la pubertad. Cuando mi bebé se lea el libro les cuento de su opinión.

Publicado por primera vez en el sitio de la Feria Internacional del Libro de Cuba (XIV edición, 8 de febrero de 2005, en http://www.cubaliteraria.cu/evento/filh/2005/)

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