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11 de julio de 2010

Después de la comprobación

Ahora que ya se acabó el Mundial:

A estas alturas, todos los interesados ya están al tanto de que la famosa inspección masiva que hizo la flamante Contraloría de la República dio un resultado que no es menos escandaloso por el hecho de que fuera pronosticable. Por lo menos, la mitad de las empresas auditadas, de los centenares escaneados a lo largo y ancho de la isla, de todos los sectores y ramas de producción y servicios, estaban en situación lamentable, aún con los laxos parámetros con que suelen medir aquí las cosas (tienen que ser laxos si la agricultura da “regular” y “bien” en la mayor parte de los lugares).

Ahora hay que ver cómo se piensa tomar esta situación, esto es, cómo piensan tomarla los que tienen la potestad de hacer algo con más repercusión a nivel nacional que mis elementales elucubraciones. Desde mi punto de vista, hay varias opciones y pueden pasar varias cosas, unas con más probabilidad que otras.

Lo primero que se puede y debe analizar es que en nuestro país existen leyes aplicables inmediata y exactamente a este tipo de situación. ¿Hay desfalcos, fraudes, faltan recursos en determinadas empresas que estaban bajo la responsabilidad de determinados directivos? Bueno, que las leyes penales se apliquen a aquellos mandantes cuya actitud se puede equiparar a la del delincuente. Y es difícil convencer de que no hay delito, cuando no hay una constancia convincente de dónde están los miles de pesos, las toneladas de alimentos y los demás recursos, y el buenazo de Lindoro Incapaz le hace su fiesta de 15 a la hija en el Hotel Nacional, sin duda con los ahorros de su sueldo en MN. Ahora no me vengan con el cuento de que “es falta de capacitación, vamos a mandarlo a pasar un cursito”. Para sumar y restar, multiplicar y dividir, no hace falta ser universitario, y con poco más se puede tener controlada la actividad económica de talleres y empresas pequeñas. Si quiere comprobarse que la causa de los problemas no estaba en la falta de habilidades de los sujetos directivos, fíjense que en la fiesta (de los 15 de la hija) a ningún invitado le faltó su cajita-bufet.

Si no hay delito, sino simplemente incapacidad, hala, a cambiar al hombre. Y a poner uno más preparado. En 50 años de Revolución se ha graduado más de un millón de universitarios. Que se supere el hombre, sí, pero desde un lugar donde pueda hacerlo con calma sin que su inefectividad actual le reste recursos al desarrollo del país.

También podía mirarse un poco más allá, y preguntarse, ¿qué pasaba antes de esta comprobación nacional, con los mecanismos internos de cada ministerio para prevenir este tipo de cosas? Diría Pero Grullo que no estaban funcionando bien, o no estaban funcionando en absoluto. ¿Van a cambiar esos mecanismos? ¿Va a exigírsele a los máximos responsables, dígase los ministros, por su no cumplida responsabilidad?

Si nada de esto ocurre, si todo se queda igual, si a lo máximo se toman algunas medidas cosméticas y meramente se dispara un redoble temporal de la flamígera oratoria en contra del descontrol, las personas despiertas no se asombrarán de que los problemas permanecerán como mismo. Quizá dentro de algunos años repitamos el ciclo de escándalo-inspecciones-resultados negativos, y alguien más vuelva a escribir unas líneas como estas. Aunque hay otras opciones.

Mucha gente está convencida de que la pequeña empresa de manufactura, los servicios, (gastronómicos-salones de belleza-taxis-reparaciones menores del transporte y el hogar, etc.) no tienen porqué pertenecer al Estado para que el sistema social se llame socialista. El pequeño agricultor cubano es más socialista que el burócrata de la granja estatal. Socialista es cuando los medios de producción estén en manos de los trabajadores. Esto no es capitalismo, capitalismo es que estén en manos de un explotador que emplea mano de obra asalariada. Cuando los medios de producción de veras están en manos de los trabajadores, seguro hay mucho menos descontrol de recursos. El Estado ahorra por partida múltiple, primero porque no subsidia las pérdidas de esos sectores; segundo, porque no gasta tanto inspeccionándolos (para comprobar una y otra vez que le roban); tercero, porque le reportan ingresos a través de impuestos y cuarto, porque concentra tanto las inversiones, como los subsidios imprescindibles, como las inspecciones necesarias, en los sectores estratégicos que definen el desarrollo del país. Y en esos sectores, además, si se implementa la autogestión y la cogestión por parte de los trabajadores organizados, la mayor parte del trabajo de las inspecciones la hacen los propios trabajadores, la eficiencia se eleva al corresponderse con el interés inmediato de los obreros y obreras y la próxima inspección nacional no necesitará provocar tantos rubores.

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