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4 de julio de 2010

La discusión debe tener un fin

Hay que moverse adelante. Hay discusiones que se enquistan y prolongan indefinidamente. Se agotan todos los argumentos pero los adversarios regresan una y otra vez a lo mismo, sin progreso visible. Confieso que, si por casualidad estoy en uno de esos coros y no logro que cambien el tema, que hagan cualquier cosa en lugar de seguir dándole vueltas a la noria, me salgo. Quito el plug.

Desde que empezó la sección "Cartas a la Dirección" en el Granma, hará par de años aproximadamente, empezó también la discusión en ese foro de si la cooperativización o no de las pequeñas unidades de servicio. No voy a mencionar los argumentos de una ni otra parte, ya he manifestado mi postura anteriormente. Lo que quiero decir aquí es que, con cada edición de cada viernes, como la de este último, ya el debate se ha vuelto repetitivo, cansón, machacante, con los mismos argumentos y vehemencia de una y otra parte. Como no entran al ruedo economistas, ni los altos dirigentes que al final se supone toman las altas decisiones y, de hecho, una sola vez publicaron la opinión de un trabajador de estos centros, como simplemente son las mismas personas simples del barrio –asumiendo que el Granma es sincero con lo que dice que publica– repitiendo las mismas razones, creo que la publicación del debate ha perdido, como mínimo, su valor periodístico.

Hace rato, se siente, que llegó la hora de las decisiones. De moverse adelante. Tiempo de estudio de la situación, de sondeo de las opiniones de la población, se ha tenido más que suficiente, si es que no se ha gastado ese tiempo en jugar a poner y quitar municipios y provincias y ver cómo queda luego el mapa. Ahora seguir prolongando la discusión entre los vecinos de la bodega del carácter de la propiedad de la pequeña empresa de servicios, y la publicación de esta discusión, solo producirá que estas personas se empiecen a lanzar calificativos peyorativos unos a otros, como ya está ocurriendo.

Si todavía no hay un consenso, llévese a votación. Que decida la democracia –o sea, el pueblo mediante la decisión de la mayoría–, cómo quiere que sean las reglas de la actividad económica del país donde vive. O hágase científicamente, experiméntese en algún territorio limitado. Cojan una provincia para ver qué pasa. A lo mejor conviene hacerlo solo en las ciudades. O al contrario, quizá en el campo es donde viene bien. O a lo mejor es preferible una solución intermedia, parte estatal, parte cooperativa. Pero basta ya de dejar reproducirse la cizaña. La parte útil de la discusión, aquella donde todos tuvieron su oportunidad de opinar –al menos yo lo creo así– ya pasó. Pero esto se convierte en una esquina caliente más, donde cada aficionado le va, irracionalmente y sin ceder, a su equipo. En el deporte, esto puede ser una bendición con la que todos se divierten, pero en la vida social es una tragedia. Y yo paso de las tragedias inútiles.

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