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31 de agosto de 2010

Literariamente hablando


El otro día me terminé de leer -esperas de guagua mediante- En el limbo, de Maria Elena Llana. El primer encuentro que yo había tenido con la autora cubana fue un cuento suyo en la recopilación Contar 15 años, orientada como lectura escolar. ¡Puah!, aquel engrudo de realismo educativo socialista era lo más antimotivador para la lectura que se puede imaginar. En cambio, en … el limbo, la Llana como que se suelta, se da el gusto de volar su fantasía por el reino de su elección, un espacio post- vida donde cabe el suave gusto de realizar sueños sencillos, íntimos, románticos y hasta horrorosos cuando cabe, como en la escena quiroguiana donde lo más terrible es lo más ingenuo. Quisiéramos comentarle a la autora que no tiene que arrepentirse de darse esos placeres creativos que nacen de su carácter o gustos, que reivindique su derecho, para que no sienta como hace en el epílogo final –casi estropeando la factura final– la necesidad de buscar reinterpretaciones al estilo de los recursos sexual-retorcidos que casi monopolizan la boga en el escenario hoy.

En un Caimán Barbudo al que recurrí en el baño –otro de los escenarios donde me queda un refugio para la lectura, gracias a Auril– encuentro una apología de un pintor, cosa que no es llamativa, sino fuera porque el autor, un tal Héctor Antón, dice que los pintores paisajistas modernos de hoy tienen grandes carencias e ingenuidades, cometiendo pecados tales como decir que "pintan porque les gusta pintar". O será que yo soy muy ignorante en estas cosas de la plástica.

En la última Letra del Escriba que salió –el viernes 20 de agosto- debe haber un articulillo mío, una de esas reseñas con las que me gano un dinerito extra honradamente. Por cierto, se me pone malo el picado, porque otra de mis variantes de salida de artículos, Cubaliteraria, está limitando actualizaciones y con ello, potenciales aceptaciones de trabajos míos. Suponemos que están recortando gastos, el problema está en que yo lo que sé producir es labor intelectual.

Una frasesita genial la encontré en un panfleto de esos dedicados al tema de crear valores en los jóvenes. Porque, es evidente, los no jóvenes o ya los tienen, o ya es muy tarde. Bueno, pues Daymí Rodríguez López encabezaba su apartado con el exergo anónimo “me sentía triste porque no tenía zapatos, hasta que vi a un hombre que no tenía pies”. Mi padre reivindica el derecho de la compañera a expresarse, estoy de acuerdo, pero también reivindico el mío a responder, “por eso estamos como estamos”.

La librería bajo la carpa en el parque del Quijote estuvo buenísima. Si me dejo llevar por el impulso, se me va el salario allí. Pero me controlo. Por el momento, compré una novela de Gore Vidal, La Institución Smithsoniana. Yasmín es fan del viejo, a mi me cuadra.

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