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25 de marzo de 2011

Una visión sobre esas cosas espantosas que dicen están pasando en Fukushima

Varios conocidos, preocupados, nos recomiendan no salir en estos días a la calle sin necesidad, dejarnos lloviznar encima e, incluso, dejar de comer ciertos vegetales. Estas serían precauciones a tomar por consideración al accidente nuclear ocurrido en Fukushima, Japón, a raíz del terremoto ocurrido en el país del sol naciente, seguido del espeluznante tsunami cuyas imágenes impactarán durante largo tiempo.

En realidad, la magnitud del fenómeno y sus posibles repercusiones justifican que todos nos preocupemos por tener un nivel de información sobre el tema. Ahora, corre un gran torrente de versiones, informaciones, opiniones, recomendaciones y críticas de toda laya por los distintos medios, la prensa, Internet, con frecuencia intermediados por periodistas no especializados u otras personas con determinadas posturas respecto al tema que los alejan de una posición de imparcialidad. Consideré sería útil discutir los hechos ocurridos de manera comprensible, sin ser demasiado simplista y añadiendo algunas consideraciones de mi parte. Añado que muchos colegas físicos míos tendrían toda la disposición a dar estas explicaciones, e incluso con mejor nivel, a todos los interesados, aunque es posible que pocos de ellos mantengan blogs.

Lo primero a notar es que todo empezó a raíz de que la nación asiática fuera azotada por un terremoto fuerza 9, en primer lugar, y luego por un tsunami que arrasó con todo lo que encontró a su paso, varios kilómetros tierra adentro. Eclesiásticamente hablando, es como si Dios hubiera dado una patada en la tierra, primero, y después salpicó. Si estamos hablando de 10 o 20 mil muertos a estas alturas, en lugar de medio millón, es porque en Japón las cosas se construyen como debe ser. Compárese con el terremoto del 2009 en Haití, 100 veces menos intenso, a pesar de lo cual costó las vidas de 200 mil personas y un desastre de infraestructura que hoy en día todavía perdura en su mayor parte. Es importante poner las cosas en su contexto, antes de sacar conclusiones propias relacionadas con otros contextos donde existen otras condiciones. Para las explicaciones que estaré ofreciendo, me basaré en el estrecho seguimiento hecho por el Organismo Internacional de la Energía Atómica, que se puede consultar en la primera plana de su página web.

Entonces, se puede afirmar que si en Fukushima, en lugar de la planta atómica, hubiera existido cualquier otra cosa -por ejemplo, un molino de quimbombó- este seguramente se hubiera caído primero con el sacudón, y luego hubiera sido arrasado por el maremoto, sepultando a cuantos infelices hubiera encontrado por el camino. De la central nuclear, se puede afirmar que resistió bravamente el primer embate sísmico. Las cosas empezaron a ponerse malas después del paso de un torrente de mar enloquecido que no solamente hizo estragos en las instalaciones de la planta atómica, sino que arrasó con toda la infraestructura regional.

Esto ocurrió el día 11 de marzo. La Agencia de Seguridad Industrial y Nuclear de Japón se puso en el nivel más alto de alerta en cuanto se supo del temblor. Otras plantas nucleares de la región, Onagawa, Fukushima-Daini y Tokai, se apagaron automáticamente sin mayores afectaciones, aunque en la primera se reportó al principio un incendio.

A las 5 de la tarde de ese día se había ordenado la evacuación de las personas residentes en un radio de 3 km alrededor de la planta de Fukushima Daichi, que es la que nos ocupa, así como la orientación de permanecer bajo techo a los residentes hasta 10 km en las cercanías.

Aunque los reactores de Fukushima que estaban en funcionamiento (tres de seis) se apagaron, necesitaban un nivel de refrigeración, que en casos de accidente debía ser provisto por motores eléctricos. La red eléctrica regional, naturalmente, estaba colapsada y no podía suministrar la energía requerida. Los generadores diesel presentes en la instalación para suplir esta carencia habían sido seriamente afectados por el tsunami y tampoco podían satisfacer la urgente necesidad de energía para refrigerar los reactores. No obstante, rápidamente arribaron grupos electrógenos móviles para apoyar las labores de emergencia.

Dentro de los reactores del tipo de los de Fukushima, circula agua que se convierte en vapor y traslada esta energía a la turbina generadora de electricidad. Con el reactor apagado, el agua líquida circula y cubre el combustible nuclear para mantenerlo fresquito. Horas después del terremoto, dentro del reactor 1 empezó a elevarse la presión, indicando evaporación de esta agua a niveles peligrosos, y los controladores de la planta decidieron liberar un poco de vapor, filtrando la radiactividad en la medida de lo posible, para evitar un mal mayor –la explosión descontrolada de las tuberías. De hecho, en las instalaciones externas al reactor se produjo una de esas explosiones que ocurren por distintas causas en las plantas industriales de esta magnitud que sufren un golpe de tanta fuerza –combustión de gases o líquidos o cosas que se caen; esta explosión no produjo afectaciones al núcleo del reactor, pero sí asustó a mucha gente.

Continuará....

1 comentario:

100 % Gusa@ dijo...

Gracias Rogelio. Yo no había entendido muy bien el problema.
Oye, pero hasta donde entiendo, el riesgo es para los que damos al pacífico. En el Caribe no habría problema, ¿O sí?