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31 de julio de 2013

El agente que más daña la nación

Las escenas que deseo explayar aquí, pretenden ilustrar otras de las facetas irracionales de nuestra cara burocracia, de la casta de funcionarios enquistada sobre la ciudadanía.
 
Podríamos empezar por la Asociación Hermanos Saíz (AHS), que se encuentra en un proceso asambleario nacional. La AHS, para los no enterados, agrupa y representa a los artistas jóvenes, desde músicos hasta literatos, ensayistas, actores, etc. Tiene sus pro y sus contra, pero no son tampoco el tema en este momento. Y se puede encontrar que hasta la prensa oficial cubana ha llegado a percibir los obstáculos que se llegan a interponer ante los empeños de los jóvenes creadores cubanos; los pensadores jóvenes, los pichones de intelectuales que aspiran, tal vez, a llegar a ser algún día vacas sagradas, pero sin perpetrar la etapa de terneros.
 
Con gran delicadeza, los periodista reconocen "injustificados prejuicios de mentalidades" en ciertos estamentos con poder decisorio, que conlleva a etiquetar a estos díscolos como "muchachos con problemas ideológicos". Y la AHS se queja, particularmente en las provincias alejadas de La Habana, que se le cercenan las alas a proyectos, iniciativas, espíritus creativos y empeños socioculturales, que se apartan por el más mínimo margen de los anquilosados carrilitos de la época de grises quinquenios.
 
Si se vive en la capital, puede que el problema acucie más en otros sectores. Podría preguntársele, a más de un compañer@ nuestr@, qué le ocurre a los estudiantes que piensan –ingenuos– que la dirigencia de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU), debe responder a sus bases. Pues ya llevamos unos años de reconocimiento público –y sigo hablando de confesiones que se pueden encontrar en la prensa oficial–, del divorcio entre los niveles altos y bajos en la FEU. El problema radica en que el divorcio se pretende solucionar –bueno, los de arriba pretenden solucionarlo de esta forma– sin reconocer la necesidad de la gestión democrática y participativa del estudiantado de sus derechos, intereses y necesidades. Y si los de abajo tienen otra opinión… mejor que se queden calladitos, digan que sí a todo, y así se gradúan sin problemas, con un poquito apenas de cinismo mediante.
 
Pero resulta también que existen muchas razones, por más que puedan parecer difusas en ocasiones; incluso coinciden con cierta profusa propaganda gubernamental –con la que, desgraciadamente, el gobierno no es consecuente. Ciertos sueños y utopías de la infancia pasan a la adolescencia y más adelante. Maduran, evolucionan, en la medida que amplían perspectivas y horizontes, se profundizan y radicalizan.
 
Lo que resulta de todo ello es que en la juventud, primero florece y cala el interés social. Luego se tropiezan con las estructuras de poder conservadoras, estalinistas, típicas de la mentalidad reaccionaria y totalitarista. En ese momento estallan los puñetazos arriba de las mesas; las acusaciones de "ansias de protagonismo"; los cierres por los consabidos "problemas ideológicos".
 
Y así se van por el caño personas trabajadoras, ignominiosamente aniquiladas en los lugares donde más utilidad podía rendir el aporte que están ansiosas por ofrecer. Por el "pecado" de manifestar un pensamiento auténtico, inconforme y rebelde ante la apatía, la corrupción y la mediocridad imperante. Celosos perros guardianes del rumbo establecido –ese mismo rumbo que nos llevó al borde del abismo y empuja a seguir adelante– muerden a todo el que pretenda señalar otros caminos, o intentan simplemente expulsarlos. A aquellos cancerberos les importa un bledo la realidad de un país con una población escandalosamente decreciente de individuos comprometidos. Que el país sufra una escasez de fuerza de trabajo calificada "a pie de obra", a partir de los emigrados hacia fuera, hacia el lado o exportados por el mismo gobierno. Qué va. Más importante –para estos sujetos– que el técnico de la salud que soluciona la necesidad de un paciente; que el proyecto sociocultural que mejora las opciones de niños y adolescentes marginalizados; que el establecimiento de la franqueza, la sinceridad, en las relaciones del estudiantado, el proletariado, los intelectuales, etc., es la necesidad –de tales sujetos– de destacarse y sobresalir en las cacerías de brujas por ellos organizadas.
 
Lo más patético del asunto es eso que todo el mundo sabe, que estos extremistas son nutrido filón para el polo opuesto. Nadie se extraña ya de verlos vociferar con la misma ferocidad, pero en sentido contrario, en cuanto se les ofrece la oportunidad de dar el salto. De una u otra forma, la CIA y todas las otras tenebrosas fuerzas que han maquinado alguna vez contra Cuba, se congratulan de tener tan buenos –y gratis– agentes, tan destacados en eso de dañar a este país.

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