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13 de septiembre de 2013

Un punto azul pálido

Este viernes estuve yo de rumbeo por la Wikipedia, en la Intranet del trabajo –no se lo digan a mi jefe. Allí vi la noticia ofrecida por la Agencia Aeroespacial de los Estados Unidos, NASA, relativa al viaje del Voyager I, que acaba de hacer su salida del Sistema Solar.

 

El Voyager I, es el artefacto volador hecho por nuestra civilización, lanzado en un cohete el 5 de septiembre de 1977, que más se ha alejado de nuestro planeta. Esta misión de la NASA, afortunadamente, fue guiada por afanes científicos, y constituye aún una aventura fenomenal. La lista de logros alcanzados tiene pocos parangones en la historia de nuestra humanidad. La información que ha remitido a la Tierra, acompañada de imágenes absolutamente únicas de planetas como Júpiter, Saturno, los satélites y anillos de estos, constituyen un aporte colosal al avance del conocimiento humano en los campos de la astrofísica y también, por qué no, de la filosofía y del sentido estético con el que contemplamos al Universo circundante.

 

Si algo me impresionó de manera especial en el material consultado, fue la referencia a la imagen "Un Punto azul pálido" o "Pale blue dot", según se lea en español o inglés. Se trata de una fotografía tomada por la Voyager a instancias del astrofísico norteamericano Carl Sagan. A partir del 14 de febrero de 1990, día de buenos auspicios por demás, el pertinaz viajero tornó la vista atrás y empezó a fotografiar la zona donde residía el hogar, del que se alejaba a la velocidad de 64000 kilómetros por hora.

 

Al que no esté familiarizado con esta historia, como yo hasta hace unos minutos, le costaría mucho trabajo descubrir el diminuto punto envuelto en un rayo solar, si no fuera por el círculo que manos piadosas siempre ponen para orientar.

 

Ese punto es la Tierra, vista desde la posición en que se encontraba el Voyager en ese momento, o sea, a unos 6 mil millones de kilómetros de aquí.

 

¿Poca cosa, eh?

 

Para no aturdir al lector con mis balbuceos, mejor los refiero al fragmento del libro de Carl Sagan, quien expresa perfectamente las impresiones y pensamientos que se me agolpan al enfrentarme a estas experiencias. Escribió el científico, en su libro Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in Space (1997), el fragmento que reproduzco según mi propia traducción:

 

Desde este lejano lugar, la Tierra puede no ofrecer ningún interés particular. Pero, para nosotros, es diferente. Considere de nuevo ese punto. Eso, es aquí. Ese es nuestro hogar. Eso somos nosotros. Sobre eso, todo aquel que amas; todo aquel que conoces; todo aquel del que usted haya oído hablar alguna vez; cada ser humano que alguna vez haya vivido, ha tenido su vida. El conjunto de nuestra felicidad y sufrimiento, miles de fervientes religiones, ideologías, doctrinas económicas; cada cazador y recolector, cada héroe y cada cobarde; cada creador y destructor de la civilización, cada rey y cada campesino; cada joven pareja de enamorados, cada madre y cada padre, cada cándido infante; cada inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, cada superestrella, cada "líder supremo", cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido allí: en una mota de polvo, suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un lugar muy pequeño en una vasta arena cósmica. Piense en los ríos de sangre derramados por todos esos generales y emperadores con tal de convertirse, arropados de gloria y triunfo, en los amos momentáneos de una fracción de un punto. Piense en las crueldades interminables infligidas por los habitantes de un rincón de este pixel, sobre los –prácticamente indistinguibles– habitantes de algún otro rincón. Cuán frecuentes las incomprensiones, cuán dispuestos están ellos a matarse unos a otros, cuán ferviente sus odios. Nuestros principios, nuestra concebida auto importancia, la fantasía de que poseemos alguna posición privilegiada en el Universo, son desafiados por este punto de pálida luz. Nuestro planeta es una mota solitaria en la gran oscuridad cósmica circundante. En nuestra oscuridad –en toda su vastedad– no hay una pista de que vendrá alguna ayuda de alguna parte para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido, hasta el momento, por albergar vida. No hay otro lugar, al menos en el futuro cercano, al que nuestra especie pueda emigrar. Visitar, sí. Asentarse, todavía no. Nos guste o no, por el momento, la Tierra es donde echamos pie. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad y formadora de carácter. Tal vez no existe mejor demostración de la tontería de la presunción humana que esta imagen distante de nuestro minúsculo mundo. Para mí, esto subraya nuestra responsabilidad para tratarnos más amablemente unos a otros y preservar y atesorar el pálido punto azulado, el único hogar que hemos conocido.

 

Fotografía "Un punto azul pálido".

 

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