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23 de abril de 2014

Si ardemos, es porque nos hemos quemado

El estimado periodista Luis Sexto anda atribulado. En su preocupación, se pregunta si no necesitará un teléfono de ciberbomberos pues, aprecia, ciertos incendiarios aplican el gatillo alegre a sus lanzallamas virtuales en los espacios de la blogosfera cubana.

 

Luis Sexto no necesita que este humilde servidor le elabore detalladas apologías. Sin embargo, puede ser positivo clarificar ideas a lectores curiosos. Junto a José Alejandro Rodríguez y alguna que otra honrosa excepción, lo considero como una de las contadas voces dentro del periodismo oficial que ha realizado la difícil labor de expresar consideraciones objetivas, análisis profundos, opiniones no maniqueas y críticas dentro de un sistema autoritario. Por estas razones, podría mantener discrepancias con él, incluso proponer alguna polémica, pero nunca como aquellas que nos despiertan el bulto de sus otros colegas, calificados por el presidente Raúl Castro como superficiales, chatos y triunfalistas, entre otras bellezas.

 

Respetado profesor, usted se duele de la flamígeras descargas que encuentra en distintas páginas, bitácoras, escritos de jóvenes y, probablemente, también otros menos jóvenes. Desde este mismo sitio se han liberado no pocas andanadas, que si no han tenido un impacto más contundente no ha sido por falta de deseos de los que las soltamos. ¿Será necesario que expliquemos la urgencia, la necesidad que nos impele, el magma que nos hierve bajo los pies y pugna, embiste en el pecho, estalla diariamente dentro de nuestras mentes y con el que a duras penas podemos convivir dándole salidas a través de los canales más civilizados que somos capaces de tenderle?

 

Si, quienes nos tienden la mirada, a veces pueden sentirse impresionados y retirarse por temor a la chamusquina, júzguese cómo se abrasan, por dentro, corazones y cerebros que se proyectan hacia fuera incandescentes. Imagínese, si fuera posible, el dolor, la angustia, la indignación, que obran como combustible de tales llamaradas.

 

Creo que el profesor Sexto no va a tener dificultad para tal ejercicio mental. Él se ha sentido parecido a nosotros, más de una vez, si bien ha debido expresarse con mucha más contención por el marco de los medios de prensa oficiales. No obstante, y a través de la corrección política, de la prosa en ocasiones sobrecargada, se le adivinan los sentimientos encendidos, el ánimo de cargas contra bribones, la voluntad de defender los ideales que se han asumido como sentido vital.

 

Por desgracia, las razones para el incendio se acumulan como torrente de combustible. Cómo no vamos a reaccionar, cuando asimilamos cada golpe y decepción de las que empujan, hacia ese marasmo que algunos llaman apoliticismo, a la generación que está en la edad de ser la más política de todas. Cómo no estallar, cuando contemplamos la anulación de la obra y las vidas de nuestros progenitores bajo el cínico discurso economicista y restaurador de casi todo lo que supuestamente superamos hace más de cincuenta años. Cómo mantener la sangre fría, cuando la clase trabajadora recibe cada mes un golpe más drástico que el anterior, ora en forma del crecimiento de su inseguridad laboral, ora del encarecimiento del nivel de vida sin la subida salarial correspondiente, ora del retiro de los subsidios que compensaban los ya magros ingresos… Cómo mantener la calma, si los mismos jefes que llamaron a enfrentar a la misma brigada 2506 cuando vino en 1961 con fusiles, convocan ahora a recibirla porque hace falta que venga con dólares.

 

Los matrimonios, con hijos de cerca de siete años, recuentan ahora los centavos tras la última subida del precio de la leche; las nuevas privaciones a las que se van a someter. Se han lanzado desmentidos sobre la afirmación oficial sobre la necesidad de la subida que urgen de respuesta, pues no constituyen una buena posibilidad de no inflamar los ánimos. Otros periodistas del sistema repiten como papagayos orientables, la afirmación de que una novedosa oportunidad con empresarios extranjeros ofrecerá beneficios a los trabajadores, omitiendo el hecho de que el 80% de sus salarios les será embargado mediante tasas de cambio arbitrarias más un abanico de impuestos. Véase cómo se desprecia, de manera impresionante, la inteligencia de un pueblo con altísimo nivel educativo y un ingenio profundo que se adquiere no solo en la escuela. Se pretende que el acceso a las modernas tecnologías de la información y telecomunicaciones sea mediante las vías estatales; pero a los jóvenes que pretenden participar del debate público y democrático sobre los asuntos nacionales, con blogs donde asientan sus preocupaciones y críticas, se les asestan los conocidos sartenazos de la autoridad. A algunos, los salva la semidivina intervención del vice, Miguel Díaz Canel. Otros, como el más reciente caso del camagüeyano Albus, de unasolamente.cubava.cu, no tienen tanta suerte. Las universidades los sancionan y bloquean sus actividades, sin poder ofrecer otro argumento que el manido de que perjudican los intereses de cierta revolución que parece limitarse cada vez más a las personas de un grupito de políticos. Mientras, el debate oficial se desplaza al espacio en el que Guillermo Rodríguez Rivera puede abogar a favor del resurgimiento de una “burguesía nacional”.

 

Pues bien, miren ustedes. Un buen número de personas están determinadas a no observar, sentados y pasivos, cómo ocurre todo ello. Lo mínimo que se puede hacer es el pronunciamiento de principios, la denuncia; la acción demostrativa de que es posible contemplar y trabajar por una alternativa verdaderamente más justa, participativa, democrática y progresista. Una parte necesaria de esta actitud va a demostrar unos ánimos que, a nuestro estimado Luis Sexto, pueden parecer excesivamente caldeados y tal vez, en sus oídos, retumben nuestros alaridos con demasiada estridencia. Sobran las razones, desgraciadamente, para que el alma nos duela hasta ese punto, que nos consuma y nos reviente de adentro hacia fuera. Tengo la esperanza de que, en el fondo, el profe y nosotros compartamos más motivaciones de las que dejó revelar en su queja.

 

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