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9 de octubre de 2014

Así prospera el oscurantismo sobre la ciencia y la responsabilidad


Por Rogelio M. Díaz Moreno

Hace unos días participé del evento que por acá se conoce como Forum de Ciencia y Técnica, en la reunión del municipio de Plaza, correspondiente al sector de salud. Se supone que a esta etapa lleguen aquellos trabajos considerados relevantes en los centros del sector de la salud en ese territorio.

Fui con un poco de reticencia, porque el trayecto tiene mucho de burocracia. No basta tener un buen trabajo científico. Hay que llenar folios y más folios, probablemente porque el proceso ha sido concebido por un grupo de funcionarios que funcionan de esa manera. La clave del asunto parece radicar en ilustrar cómo el gobierno ganará mucho dinero si compra la mercancía que uno trae. Esto puede ser muy pragmático, tal vez la clave radique en acostumbrarse. Pero los científicos podrían extrañar el proceso de revisión por sus pares como mecanismo de valoración de un aporte al conocimiento.

Un primer detalle vergonzoso fue la pobreza del convite. Los recortes presupuestarios del sector hacen una mella creciente y vamos a no profundizar en esos pormenores. Porque ni siquiera fueron los más embarazosos. Lo que más me molestó fue la presentación de un supuesto estudio que “demostraba” la efectividad de un tratamiento homeopático para niños de bajo peso en un hospital de maternidad. No tan bajo, como para constituir una situación de peligro que requiriera una intervención mayor, pero sí lo suficiente como para que tuvieran que esperar en el centro hasta mejorar sus condiciones.

El oscurantismo científico florece en nuestro medio. La voluntad política de resolver los problemas de salud del pueblo a un costo preferiblemente bajo favorece la tendencia al relajo. Con este estímulo, en no pocos lugares ocurre que X personas, sin satisfacer los requisitos de rigor científico y metodológico, se aparecen con estas agüitas milagrosas. En este caso específico, nos aseguró el ponente, el tratamiento homeopático había permitido la remisión eficiente de los pequeños pacientes.

El doctor que presidía la sesión, afortunadamente, parecía tener más claridad, y preguntó sobre el empleo de un grupo de control. La respuesta del ponente evidenció la pésima metodología empleada. Simplemente se habían revisado las historias clínicas de otro grupo de niños y familias-pacientes que partieron de una situación inicial parecida. La comparación “demostró” que, por no recibir el tratamiento, estos últimos demoraron más tiempo y consumieron más recursos para salir del atolladero.

Uno se pregunta ¿dónde están los Comités de Ética cuando se les necesita? ¿Qué clase de estudio puede tomar como objeto a recién nacidos y someterlos a prácticas demostradamente ineficaces y científicamente desacreditadas? ¿No hay personas calificadas en ciencia en los Consejos de dirección y científico de nuestros hospitales?

Recuérdense los nombres de algunas revistas científicas de impacto que han recogido estudios y meta-estudios realizados sobre la homeopatía. Estos medios han reconocido su pobre desempeño: The Lancet; Annals of Internal Medicine; European Journal of Clinical Pharmacology; Nature, y el mismísimo The British Homeopathy Journal. Una conclusión interesante que exponen es que, cuando se presenta algún estudio donde la homeopatía parece ofrecer un resultado más prometedor, dicho estudio tiende a ser más débil metodológicamente. O sea, más propensos a introducir errores y a permitir que los deseos de los investigadores introduzcan sesgos en los resultados. Lo observado en la práctica se corresponde con la disparatada formulación “teórica” de la homeopatía –que se puede encontrar en miles de lugares, por ejemplo, wikipedia. Es comprensible que un profano en la materia se deje llevar por promesas maravillosas. No obstante, toda persona de formación médica debería tener un mejor juicio sobre su trabajo. En este punto, dejarse conducir por la ignorancia es también una gravísima falta ética.

Introducir esta población de familias con niños en un estudio clínico en base a una disciplina desacreditada fue un disparate moral, además de científico. Pero hagamos por un momento abstracción de esa parte para demostrar lo falaz del montaje.

Cuando se monta un estudio clínico para evaluar la eficacia de un tratamiento novedoso, se incluyen personas que recibirán el tratamiento nuevo y un grupo de control. La clave está en que los pacientes no saben en qué grupo se encuentran. Ambos tipos de pacientes deben recibir el mismo tipo de atención, en horarios semejantes. Si unos toman el medicamento en evaluación, otros reciben un placebo, que es una imitación del medicamento que debe lucir igual, saber igual, oler igual. Esto se hace para descartar la influencia del “efecto placebo”, palabra que viene del latín y significa algo que complace. Los pacientes no deben saber si se les da el verdadero medicamento o el placebo. El médico que dictamina si mejoraron o no, tampoco debe saberlo.

Este montaje es necesario, puesto que si los pacientes saben que reciben un tratamiento extra, simplemente estarán mejor dispuestos y eso se refleja en su evolución. El buen ánimo y el optimismo son, reconocidamente, factores que mejoran el estado de los pacientes, sus ganas de cooperar, de comerse toda la comida y todas esas cosas que ayudan a que un niño debilucho salga adelante.

Lástima que en el hospital del estudio que me molestó, falten nociones tan elementales de la ciencia y la responsabilidad. Esto es, lamentablemente, solo una muestra. Estudios como este se repiten en decenas de otros centros donde hay más oportunismo que seriedad. El colmo es que la empresa Labiofam, hace tiempo, simplemente tiene tremendo negocio con la venta sus agüitas milagrosas homeopáticas que presenta como remedios maravillosos contra el cáncer. Sí, Labiofam, la misma que regañaron por pasarse de la raya con los perfumes del Ché Guevara y Hugo Chávez.

Y si quieren saber un chisme, les cuento que en el Instituto Nacional de Oncología –donde queda gente seria– se ha invitado a Labiofam a probar sus pócimas en estudios clínicos diseñados rigurosamente. Invitación que nunca ha sido aceptada. Así proseguirá su rumbo esta práctica oscurantista, seudo científica, estafadora. Pero es que la homeopatía es apoyada por los factores económicos, políticos y demagógicos que ya se pueden imaginar. Qué problema que tenemos por acá.

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